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Gabriel García Márquez (1928)

Nació en Aracataca, en el hogar de Gabriel Eligio García, telegrafista y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán.
Siendo muy niño fue dejado al cuidado de sus abuelos maternos, el Coronel Nicolás Márquez Iguarán -su ídolo de toda la vida- y Tranquilina Iguarán Cortés. El reconoce que su madre es quien descubre los personajes de sus novelas a través de sus recuerdos. Por haber vivido retirado al comienzo de su padre, le fue difícil tratarlo con confianza en la adolescencia; "nunca me sentía seguro frente a él, no sabía cómo complacerlo. El era de una seriedad que yo confundía con la incomprensión", dice García Márquez.
En 1936, cuando murió su abuelo, fue enviado a estudiar a Barranquilla. En 1940, viajó a Zipaquirá, donde fue becado para estudiar bachillerato. "Allí, como no tenía suficiente dinero para perder ni suficiente billar para ganar, prefería quedarme en el cuarto encerrado, leyendo", comenta el Nobel. En 1946 terminó bachillerato. Al año siguiente se matriculó en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional y editó en diario "El Espectador" su cuento, La primera designación. En 1950, escribió una columna en el periódico "El Heraldo" de Barranquilla, bajo el seudónimo de Séptimus y en 1952, publicó el capítulo inicial de La Hojarasca, -su primera novela en ese diario- en el que colaboró desde 1956.
En 1958, se casó con Mercedes Barcha. Tienen dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.
Gabriel García Márquez, quien está radicado en Ciudad de México desde 1975, en una vieja casona restaurada por él mismo, es amigo cercano de inportantes personalidades mundiales, lo fue de Omar Torrijos y conserva fuertes lazos con Fidel Castro, Carlos Andrés Pérez, François Miterrand, los presidentes de México, Venezuela, Colombia y otros muchos.
El 11 de diciembre de 1982, después de que por votación unánime de los 18 miembros de la Academia Sueca, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por su obra.


links:
 - García Márquez: a web site in spanish

a vida não é aquilo que vivemos, mas aquilo que recordamos e como a recordamos para contá-la
as palavras não são inventadas pelos acadêmicos, mas sim, pela gente das ruas. Os autores de dicionários capturam-nas quase sempre tarde demais, embalsamando-as em ordem alfabético, quando muitas vezes já não significam o que pensavam seus criadores
não existe nada mais útil e nobre do que um dicionário, para que possam brincar desde crianças acima de 5 anos, bem como, com um pouco de sorte, bons escritores de até cem anos
ninguém é digno de suas lágrimas, e quem o é não o fará chorar
pode-se ser infiel, mas nunca desleal
traduzir é a forma mais profunda de ler